miércoles, 21 de agosto de 2013

Viajes.

Un día, no sé, algún mañana
tendré a mis pies el brillo del Mediterráneo al atardecer.
Emulando a los viejos nómadas,
caminantes errantes por las estepas de un complicado mundo.

Forastero. El olor a bosque bávaro.

No se observa final desde la playa de Ulises,
ni existen los principios.

Algún día me disfrazaré de ave,

y ni París sabrá mi identidad.
Vagabundeando sin patria,
solo sé volar.

Que me reciban dondequiera que esté,

sabiendo, eso sí, que la estancia será breve.
El camino es lo que cuenta, bien lo sabe la gaviota.

Diferente.

Europa nos guiaba
por sus recónditos huecos.
Más allá, cercano, allí,
un mundo de color.

Quizá era una nube de lejanía,

enfrentada al cruel poder de lo finito,
inconcebible, irreal.
Nunca lo sabremos, quizá sí.

Viajamos sobre el cielo de los recuerdos,
reinventándonos historias narradas por la nostalgia.
Ese nuevo mar nos condujo hacia la brisa.

Gaviotas sin patria, pero habitantes de los cielos.

Azul, siempre.