miércoles, 12 de diciembre de 2012

Un sendero.

''¡Ay, corazón bonito, ay corazón salvaje!'' Una de las primeras melodías que llegan a mi memoria, allá por el año 1997 cuando la guardería Globos de Ciudad Jardín esperaba mi entrada todas las mañanas. Mi padre y yo salíamos del coche para embarcar una extraña pero atractiva aventura a un recinto pequeño y novedoso, pero rodeado de naturaleza y vitalidad. Una vez dentro, las libretas repletas de acuarela y plastidecores eran las reinas indiscutibles del lugar, vigilando sobre las múltiples mesas circulares a todos los niños que pasábamos allí los días. ''Te voy a lavar la boca con jabón'', recuerdo que decía una de las profesoras a alguien que se estaba portando mal. El chándal azul y rosa era el uniforme que debíamos llevar mientras correteábamos por los pasillos y el patio de la guardería, una prenda que con una gran satisfacción me quitaba al llegar a la casa de los abuelos en Riego de Agua. Era la hora de Barrio Sésamo, Heidi y Marco o Pinocho.

Los años seguían pasando. Máscaras en Carnaval, decoradas con una amplia gama de azules, rojos, verdes y amarillos después de haber calcado los rostros de los personajes en las ventanas de clase. Los reyes magos de Oriente venían al pabellón de Santa María cada 20 de diciembre, al compás de ''tra, lá, lá, cantan los reyes, tra, lá, lá, ¿¡cuándo llegarán!?'' y despidiéndose con ''¡Feliz Navidad, Feliz Navidad!...'' Recuerdo las largas tardes entre semanas en las que lo único que hacíamos era jugar dentro de las piscinas de bolas de Fantasía, Camellot Park o Aventura Park. Nunca faltaban las palomitas, las patatas fritas, los regalices y la tarta, que finalmente nadie solía comer. Y las canciones de moda, como ''Antes muerta que sencilla'', odiada por los chicos, o ''Yo quiero bailar toda la noche'', que sonaban en cada cumpleaños como muestra de una bella y sencilla rutina, espejo de un ayer que poco a poco se va desvaneciendo más y más en el interior del baúl de los recuerdos.

Cómo olvidar también las largas tardes en mi actual habitación de Coruña jugando a Jack 2 y a Sherk 2 en la propia Play Station 2. O los momentos de lectura en el salón, las compras navideñas y estivales en el Corte Inglés y las misas dominicales. La armonía de las suaves melodías eclesiásticas y el sencillo e íntimo espacio de la iglesia ayudaba a relajarse, a encontrar una paz interior que ordenara el espíritu y el alma de mi yo semiadolescente. La telenovela ''La Tormenta'' era una de las principales distracciones de aquel verano en el que las horas transcurrían entre casa de Nena y la Solana, después de haber disfrutado de unas tranquilas y apacibles vacaciones en Pobra do Caramiñal. Un sinfín de momentos, de segundos y minutos que puedo asegurar con auténtica certeza que todavía perviven en alguna parte del mundo.

Que sí, que realmente los pequeños detalles hacen feliz. Pásate todo el día escuchando música, como si es música clásica, muy melódica, como si es pop, muy sentimental y armónica, o como si es reggaeton, que invita a bailar. ¡Qué importa! La melodía de la música es una de las cosas más bonitas que hay, sin duda lo más importante es la forma. Come, bebe, fuma, evádete del mundo con un poquito de marihuana. Nada en exceso es malo, te lo aseguro. Haz ejercicio, camina, corre, nada... El ejercicio purifica el cuerpo. El sexo también es importante, aléjate de las convenciones tradicionales y disfruta, que no hay nada malo en satisfacer una de nuestras principales necesidades básicas; si no te atrae el compromiso, puede haber sexo igualmente. Viaja, conoce nuevos mundos, nuevas realidades, nuevas mentalidades... No todo se reduce a tu ciudad y a tu casa, aunque los orígenes son imprescindibles para comprender la personalidad de cualquiera. Sé buena persona, agrada a los demás, haz bromas, sé amable, simpático, divertido... Ofrécete para ayudar en lo posible y sé educado, porque sin duda la educación es uno de los valores más puros que hay, por encima de otras tradiciones más arcaicas. No te conformes con las pautas de la sociedad, una sociedad que matematiza y materializa en gran medida. Un mundo racionalista en el que a veces los sentimientos tropiezan por haberse perdido demasiado, porque les han hecho perderse. El estudio y el trabajo pueden ir acordes con la vocación y la felicidad, no pueden oprimir nuestra individualidad y libertad. Disfruta con la naturaleza, con la caída de las hojas de los árboles, el sonido de las olas del mar o el frío de las soleadas mañanas de enero. Lo natural es lo más pleno, lo que no ha sufrido los daños de la acción del ser humano, de nuestras equivocaciones. Te aseguro que admirando las cosas inmóviles, las que siempre permanecen en el mundo, se puede ser muy feliz: un palacio renacentista, una lejana y relajante playa gallega, una canción de El Canto del Loco, una fotografía de tus amigos y de ti mismo. Porque el tiempo pasa, pero las cosas bellas permanecen en un universo de infinidad que para nuestros ojos es agradable y satisfactorio por naturaleza.

Respeta a los demás, porque al igual que tú mismo te puedes equivocar, cualquier otro también. Uno de los principales problemas que existen es la falta de empatía, sobran el odio y el rencor. Las guerras u otras manifestaciones de violencia no deberían existir, es ridículo y lamentable llegar a esos extremos. También me enseñaron siempre que respetara las religiones, y los chistes sobre esas cuestiones me resultan de mal gusto. Pero eso es mi opinión, y lo priotario en esta vida es ser libre; libre para opinar, para actuar, para decidir. Una libertad que tiene límites, pero que al fin y al cabo es esencial para poder vivir felices. Porque la libertad solo deja de serlo cuando hacemos daño a los demás, si no es pura y perfecta. Sí, sé libre: vé a una playa nudista, rompe normas incoherentes, aléjate de cualquier estereotipo ilógico... Vive, sé tú, influído por la sociedad (como es natural) pero libre al fin y al cabo.

Ni derecha ni izquierda. Ni ateo ni muy religioso. Ni pijo ni gótico. Ni muy conservador ni totalmente liberal. Ni siempre en grupo ni siempre en soledad. Huye, huye de las etiquetas... Solo puedes ser tú mismo.

Yago Méndez.