lunes, 2 de abril de 2012

¡Bienvenidos!

Mucho calor. Demasiado. Ni un atisbo de fresca y estimulante brisa estival se aprecia en el interior del lugar. Asfixiante pero atractivo. Bello.

Madera blanca. Azul, verde, naranja: coloridos cristales que saludan al indescriptible mar coruñés desde un cuarto piso. Una estampa enigmática, una imagen costera, marítima. Un hogar entrañable y ambicioso a la vez. Único.

Solo una original galería decimonónica funciona como entrada de la clara luz solar y del reconfortante aire coruñés. No hay más vanos en la casa que expulsen al sofocante bochorno interno... Únicamente un tímido patio. Es una morada antigua, singular, brillante.

Tras la original galería podemos observar un majestuoso comedor constituído por un armónico conjunto de elegantes muebles castellanos, el cual ha funcionado como centro de reunión familiar a lo largo de más de medio siglo. Los pedestales encierran numerosas obras de porcelana de Sargadelos, ejemplo del más puro arte cerámico de nuestra siempre querida y admirada Galicia.

Los techos del magnífico comedor y de la moderna sala de estar se encuentran adornados por elegantes lámparas de araña, lámparas que no serían nada sin el recuerdo de unas románticas y luminosas velas. Cuadros, fotografías, libros de historia y grandes obras de la literatura universal componen un espacio que ha ido evolucionando de mera residencia de la adinerada burguesía a escenario de la vida de nuevas generaciones actuales... Jóvenes influidos por una apasionante y contradictoria libertad, a menudo alejada de un indiscutible y universal orden natural. 

¿Y el resto de la casa? El espíritu de nuevas épocas ha configurado un nuevo marco hogareño, caracterizado por la simpleza decorativa y bastante alejado del barroquismo de antaño. ¿El resultado? Sería aventurado afirmar que la belleza ha desparecido, pero no podemos negar que resulta menos atractivo que la inigualable parte antigua del edificio.

Hogar, dulce hogar.