Todavía huele a verano. Sólo quedan unos días para que la estación más calurosa del año finalice. Sí, es septiembre, un mes que morirá como todos los años en menos de dos semanas. El calor continúa y la sensación de volverse a poner el uniforme se torna extraña. Aunque agradable. Usar, más o menos, la misma ropa todos los días... es cómodo al fin y al cabo, ¡no hay que pensar tanto qué llevar! Pero no siempre igual, un día con un jersey de pico, otro día con la propia sudadera santamariense (que se pone y se deja de poner de moda continuamente) u otra prenda que no tiene nada que ver con el propio uniforme. Aún recuerdo cuando Pilar Pazos nos quitaba ese tipo de ropajes impropios de los cursos del colegio, sólo válidos, ''oficialmente'', en primero y segundo de Bach. Sí, ese último curso en el que estoy ahora. El tacto, el olor.... el sentir una clase nueva, tercero, cuarto de la ESO... Nuevos y locos profes, la mezcla típica de compañeros en clase, malos y buenos rollos... Las amigas de siempre: Marta, Andrea, Eva, Luisa, Killa... Laura que yo no está, también Elena e Isa, Raquel y Lucía que entraron nuevas el año pasado, Lourdes, Marta Ramos... ¡Por todos los que se fueron y llegaron! Un sinnúmero de momentos, buenos y malos.
El pantalón gris carhartt todavía no se ha estropeado del todo, y la verdad no sé que zapatos llevar. ¿Victorias azules? En la actualidad no me las pondría ni de ajo... Para mí tendrían que ir acompañadas de cordones. De aquella los llevaba sin. Estoy acordándome de que tenía los náuticos rotos, pero siempre cundían. Si no, algún tennis de los de casa, tipo nike imitación por aquel entonces. Collarcito, a lo cani ahora... ¡Qué tiempos!
Los fines de semana, salir, salir, salir. Los jardens todavía no existían, sólo la Rosaleda y para mayores. Lo importante, la pepón, un importante centro de reunión. Los viernes era obligado ir allí, estar, comer pipas, hacerse fotos, saludar, pasear... Quizá un paseo hasta la plaza de Vigo, aunque la etapa de esplendor de esta última fue cuando iba en 3º, 2008-2009. Palexco casi solo cuando llueve. Todos somos amigos de todos, hasta llegar a criticarles. Es normal, tenemos catorce-quince años. Pronto surgirían el Playa y el Pirámide, después de una época marcada por las fiestas semiprivadas del Bhudda a las que no se podía ir. ¡EL BOSQUE ERA IMPENSABLE! Qué recuerdos cuando, en 2º de la ESO, ansiaba ir a Pirámide pero era muy tarde porque era horario 8.30-11! Yo intenté ir de 8.30 a 9 (sólo me dejaban hasta esa hora con trece-catorce) pero no valía la pena (poco tiempo y, sobre todo, vergüenza).
¿Estudiar? Eso no existía en mi mundo, apenas. Hacía lo mínimo, no me interesaba. Las asignaturas, las más fáciles. Letras puras en cuarto, un no hacer nada. Aún así, acababa aprobando. El inglés flojeó siempre, y en la informática gané un suspenso en la primera evaluación por vaguear.
Las tardes de viernes y sábados no son nada sin ir al Boule, el café-bar por excelencia de la ciudad (Plaza Pontevedra-Riazor). Lo que hacer cuando no hay fiestas, lo que hacer cuando se quiere bajar tras pasar por la enigmática Pepon. La máquina de tabaco habla para todos los adolescentes, y les dice: ''compra, compra''. Demasiada gente, vida social en definitiva.