martes, 3 de diciembre de 2013

Distancia.

Es evidente que no se puede tenerlo todo. Que lo más inexplicablemente bello siempre trae aparejado problemas de algún tipo. Una parte esencialmente negativa que nos encierra en un laberinto donde el yin y el yang se pelean entre sí. 

Triste. La dicha de haber conseguido lo mejor, haber llegado al punto más alto jamás soñado... pero no es lo mismo al haber llegado solo. La distancia, eterna barrera que impide el verdadero éxtasis espiritual, relega a un segundo plano las pasiones propias de la cercanía material, que no es más que el germen de la cercanía psicológica entre varios seres. 

Distancia. Cruel dama, causante de las más lamentables desdichas. Enemiga por antonomasia de las perfecciones humanas. Tú, ladrona de esperanzas. Tú, pesadilla en apariencia inofensiva, pero que no duda en aparecer tras las espaldas del gentío... y clavar el peor puñal. Sutilmente, a sangre fría. Tú dibujas macabras sonrisas en un ambiente próspero a ojos del que no lo habita, pero repleto de falsedad ruin. Tú provocas los mayores males que se pueden encontrar en el interior del ser humano: el drama de la soledad, del sufrimiento en silencio... lo que no se expresa, lo no liberado.

Generas tristeza en silencio. Vacío, tormentos encerrados en una jaula de desesperación... y solo tú has hecho que nadie pueda alcanzar su libertad, que nadie sea capaz de desprenderse de cargas tan duras.

La peor de las villanas. La que no lo cuenta, no lo grita. La que no aparece nunca. Únicamente hace el mal... rodeada de un misterio de alejamiento cínico.

Sin duda alguna, la mejor actriz de todas. 

Distancia.