domingo, 18 de marzo de 2012

Algo más que una ciudad.

Las magníficas vistas desde los naturales jardines de la Maestranza. Nuestros sensibles ojos son capaces de observar un pedacito de tierra firme al otro lado del mar. Pero solo un poco... ¡Ya no es Coruña!

Coruña, el mar. Coruña y el mar, el mar y Coruña. Sería imprescindible una cosa sin la otra. Lo más bello está ante nosotros, ¿para que queremos más? Una fría pero agradable brisa impregna el ambiente diurno. El sol permanece en lo alto calentando los más recónditos y amplios rincones de la ciudad. Marzo o Agosto, la sensación es la misma. ¡Increíble!

Ella es una de las mejores compañeras del calor coruñés. La Solana, hogar de miles de ciudadanos que se deleitan con el agradable bronceo de sus cuerpos y un tranquilizante baño en la piscina, finalizando con el disfrute de una relajante y placentera ducha. El castillo de San Antón, su gran antiguo y carismático vecino, vigila las atractivas y azuladas aguas que casi convierten a La Coruña en una exótica y singular isla antlántica.  A su lado la moderna y elevada torre de control, la coloquialmente llamada ''torre H'', visible desde numerosos rincones de la urbe y puerta de uno de los más largos caminos que nos acercan hacia un deseado e inalcanzable horizonte: el dique de abrigo.

Continuemos paseando ante uno de los más fascinantes puertos de la siempre marítima y enigmática tierra gallega. Cada poco tiempo un enorme y exhuberante transatlántico se asienta en suelo coruñés, movido por la sana curiosidad de admirar la belleza de una hermosa ciudad como la nuestra. A su lado Palexco, espacio reservado a niñas que desean desprenderse de sus quince años y a jóvenes sin pelo a los lados que han decidido permanecer en dicha edad. Dentro Amura y Rocco, espléndidas cafeterías que congregan a la mayor parte de la juvenil sociedad coruñesa, convertiéndose a la llegada de la noche en agradables y lujosos centros de ocio y diversión. ¡Grata felicidad!

Al otro lado de la ciudad, la playa del Orzán y su consiguiente paseo marítimo conectan con el puerto coruñés gracias a la calle Real, constantemente animada y repleta de gente de todas las edades. Sobre todo de chiquillos de catorce años, familias y mayores. Las calles de San Andrés y Zalaeta no impiden llegar a la playa coruñesa por antonomasia, cuyo sano y agitado mar provoca sentimientos de dicha y satisfacción en el corazón de los más felices adolescentes. Cerca podemos ver unas singulares y originales columnas, vecinas del Matadero y puerta trasera del antiguo barrio de Monte Alto. Columnas decoradas por los pinceles de jóvenes y reivindicativos graffiteros que han encontrado en ese lugar un espacio para plasmar su innegable talento artístico. Poco queda ya para finalizar nuestro camino por algunas de las más importantes e imprescindibles zonas que componen el marco urbano de nuestra querida Marineda.

Poco queda.