jueves, 15 de marzo de 2018

Destino

Destino, cruel deidad ingrata.
No es obra de magia o ente celestial,
no es drama de Esquilo en discordia.

La fuerza arrolladora e imparable del ser,
ese ímpetu fiero, volcánico,
tan etéreo.

Ese poder vital, vivaz, heroico,
gloria eterna de la plenitud perfecta.
Desprendida de miedos,
pura en brillantez.

Mueve ríos de voluntad triunfal
creando valor,
designios de esplendor.

Todo lo puede,
salvando almas de la hecatombe,
tentando al orden con caos sublime.

Se merece el laurel del Coloso
venciendo a la pasión que no deja prosperar.
No quiere ídolos a los que adular,
devenir excepcional.

Su grandeza es surcar más allá,
enterrar la desdicha del yugo,
renacer como insigne estrella.
Supremo azote de la nada hostil.

Destino, luz cegadora.
Eso eres, magnánimo astro.
Victoria de hombres, derrota del fin.