jueves, 11 de julio de 2013

Retorno.

Entré en aquel túnel,
sombrío y pedregoso, fiel guardián de un viejo vagón.
Tren olvidado, recuerdo de nadie;
una leve sombra, más cercana al frío ocaso que a un resplandeciente amanecer.

Sangre, caídas. Lo que fue otrora un espléndido mar, yace inerte en gélida tierra.
Lágrimas. Lo antaño dulce se volvió amargo, decadente, obsoleto.
Un mundo arcaico, anacrónico, reflejo de lo marchito. Pero bello.
Hermosura sin igual, pasión visual pura. 

Él, espejo de la inocencia, risas llenas de espontaneidad.
Lo pequeño, grande.
Viejos sueños, confinados por la Eternidad, alma caprichosa.
Astuta dama, envuelta en un halo de misterio, amante de la incertidumbre.
Cruel.

Escenas de terror se sucedían en cada momento.
Tragedia infinita, digna de Shakespeare.
La Julieta de Romeo, la Ofelia de Hamlet.
Miedo. 

Cerrando los ojos, un nuevo mundo, un nuevo espacio.
Un nuevo océano de deseos, de anhelos y conflictos.
La vida de ayer, los sueños de hoy. 

Caminos.